Casi me lo creo. Mirando
la mesa pensé por un momento que el orden formaba parte de mí, que me había
descubierto y que ya jamás volvería a sentir su ausencia. Pero poco dura el
lineal aspecto, en cuanto comencé a mover con bravura el lápiz y la goma, los
papeles, éste, aquél, el otro ya terminado. Un café marca un círculo y descubro una lágrima que se había quedado en los primeros capítulos. Nada quedó en su sitio. El orden
desvanecido salió corriendo ante tanta anarquía. Pero volverá, lo sé. Él y el
desorden conviven juntos, cada uno hermanados conmigo. Es lo que tiene ser polimatía
(palabra que igual no se ajusta pero que me gusta pensar que sí).
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