Terminé el último sorbo
de café y el silencio del domingo, del descanso temprano hizo aparecer como
borbotones los recuerdos de tantos que ya no están. La leve melancolía que
asomaba quiso acompañarla de esa añoranza, de la gente ausente. Me subió
lentamente la tristeza a la garganta, casi me ahogaba al comprobar que no eran
pocos y los que eran los echaba de menos de alguna manera. Seguían presente como
ahora, que surgen del olvido y los aireo, se alinean junto a mí. Quizás sea
para no borrar del todo sus pasos por la vida, mi vida, al fin y al cabo participaron en ella. Puede
que se unan para visitarme, como ahora, en un domingo callado,
ausente de ritmo, pero latente.