Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

miércoles, 31 de julio de 2019


Eres buena persona.
Cada vez que nos cruzábamos en la oficina, bien en el pasillo o en la fotocopiadora, daba igual el lugar, Jose mi compañero, mascullaba esa pequeña afirmación. Cuando lo escuchaba y se dirigía a mí con esa singular frase, me producía inesperadamente una leve sonrisa de incredulidad o, mejor dicho, recelo.
Lo cierto es que me sonaban arrinconadas y lejanas, no porque él las dijera, ni tampoco por ser de una estatura elevada y eso le provocara exclamar desde lo alto con perfilada resonancia.  En realidad, es que no soy buena persona, soy lo que se dice una bruja mala, como el colesterol LDL, que está y obstruyen las autopistas del corazón, de la cabeza, de nuestro interior, pero siempre está con nosotros.
Las brujas malas, yo, se acomodan con la buena gente y como tienen magia, se disfrazan de encantadoras. Claro, a veces el cansancio se asoma y se ve un poco, a mí, pero sólo, poquito ruin que soy, pero afortunadamente los amigos no lo tienen en cuenta, en cambio otros, me borran del mapa estelar, pero como soy mala, no me importa.
Jose me lo dijo hoy otra vez. Eres buena persona, y le sonrío, porque de tantas veces que lo ha dicho, casi me lo estoy creyendo, claro que no sólo a mí me regala ese alago, también se lo dice a las otras chicas.
Me rio, ahora me rio, con carcajadas grandes y satisfecha cuando me viene a la memoria una frase elocuente.
Una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad.

sábado, 20 de julio de 2019


¿Escribir tú?
Repaso los pasos, me detengo en el tiempo lejano, cuando alguien dijo que era incapaz, que no era capaz. Paz.
Segundos abrumadores dieron paso después a ignorar esas palabras. Sonrío.
Tampoco el logro es tan brillante, apenas ilumina un rincón, pero asoma la pequeña llama revoltosa y tímida que de seguro alguien admirará. Esperanza.
Las palabras siempre conllevan sombras alargadas, sinuosas, hasta el punto que se presentan tenebrosas, aunque, por el contrario, afortunadamente las otras, las bonitas, danzan elegantes y tiernas dejando entre ver que sí, que tal vez algún día…
Se puede, claro que se puede dejar atrás la adversidad, arrinconar la falta de fe, o de poco interés, esos ojos malévolos, quien sabe que oculta esa mirada.
No eres lo suficientemente culta, intelectual, literaria, lo digo por tu bien.
A dónde vas ¿con una novela?
¡Voy a donde yo quiero!

sábado, 6 de julio de 2019


                                       DE PEQUEÑA, YA MI MIRADA VOLABA SIN RUMBO.
   Lo recordaba no hace mucho con mi madre. Cuando le explicaba con orgullo que pronto iba a presentarse un nuevo libro de relatos, con varios escritores, y que yo participaba también. En una pausa reflexioné un diminuto segundo. Teniendo en cuenta que está lejos de contener palabras cultas y licenciadas. Sin embargo, recordé en otro segundo aquel amigo que le gustaba mi escritura sencilla y directa, sin florituras, así lo apuntó, otra señaló, eran mis textos livianos como dientes de león.  Eso, acabó por convencerme, despertar cierta aceptación sin ser mediocre, me conformaba la idea para continuar. Pero no era eso lo que iba a comentar. Me había quedado con mis ojos y mi forma de mirar las cosas de niña. Nos reímos, sí, mi madre y yo, seguimos ahí, en el rencuentro del pasado rememorando mis despistes ante la tabla de multiplicar con mi padre sentado y yo de pie a su costado, apenas le sobrepasaba el hombro, repasábamos la tabla del cinco, con lo fácil que era esa. Mi padre insistía.
     −Cinco por cinco, Yaya.
     Definitivamente él y su inmensa paciencia se rendía ante mí, porque lo que me atraía no era los números sino mirar aquella mosquita que buscada un lugar donde posarse. Donde tendrá esta niña la cabeza, le replicaba mi madre. Y las dos, ahora en Bajamar nos reímos por semejante tontería.
       Cuando mi madre sonríe, se para el tiempo.