No hay palabras para describir la alegría y satisfacción que me produjo una chica conversando en la Feria del Libro. Estaba yo con mi novela “El camino de Miguelina” firmando, como se dice. Lo curioso resultó ser que ella era lectora del libro. Por supuesto, me colmó de dicha cuando me ofreció halagos de ella. Le gustó y añadió al final que estaba bien escrita.
¡Guay!
Yo, una escritora novel, sin más ánimos que los
propios. Sin ninguna pretensión sino que la lean, se entretengan, se olviden
del mundo mientras Miguelina muestra el suyo, de su mano, a través de su
mirada. Pues he de reconocer que me agradó, hacía tiempo que no me exponía como
escritora ante las personas y reconforta.
Añadir a mi paranoia, que si hubo alguna vez, que los
hubo y unos cuantos momentos, podía pensar que no tenía interés mi novela. No
ha hecho falta más reconocimiento que las palabras sinceras de la joven para
borrar esa idea.
Siempre hay un roto para un descosido.
Agradecer a los pocos lectores que en algún momento
desde que salió “El camino de Miguelina” me han hecho llegar su opinión.
Estoy contenta, no necesito más.