Una vez, hace mucho
tiempo, como los cuentos. Alguien me aconsejó, y con buenas intenciones, que me
refugiara en la montaña. Así fue. Recuperé la pandilla de mi generación, porque
soy (era) de moverme entre la gente junto con el deporte y la naturaleza. Todo
un lujo de materia para no pensar y dejarte llevar por el aquí y ahora. Pero el
tiempo siempre me regala sorpresas para dar vuelta de tuerca a mis pasos. Otra
vez y más veces a mover piezas, que hay que decirlo, cada vez más desgastada
por el trascurrir de los acontecimientos. Entonces alguien vuelve a darme una
nueva idea para cobijarme. La literatura. Y desde entonces me veo con la
mochila y los libros a cuesta intentando mantener el equilibrio de este camino
que el destino ha querido darme. Pero no siempre encuentro las fuerzas para ello
y heme aquí, envuelta en dilemas con la soledad de mi pensamiento, queriendo
encontrar el impulso para recuperar el ritmo de mis pasos y de mis palabras.
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