Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

jueves, 4 de agosto de 2016

Vivir en un lugar sin recuerdos. Eso desee, y no es la primera vez, tras reparar en unas escaleras que me empujaron a la niñez. Lejanas como las estrellas. Unos instantes del pasado me abordaron. Justo al girar la calle dirección a casa. Mi madre, yo. Las volví a ver, peldaños grises como aquellos días fríos. Apenas amanecía y estábamos allí, esperando el turno. Yo no quería, las batas blancas siempre asustaban. Que pequeña era que no recuerdo sino las enormes escaleras oscuras y la gente abrigada, desconocida. No sé por qué, ahora la pena asoma, calmada, pero asoma. Melancólica. Y allí siguen, en medio de dos edificios restaurados, modernos.  Sin embargo, ella sigue antigua, indiferente al paso del tiempo.

Vivir en un lugar sin recuerdos sería perfecto, pero entonces, no podría escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario