Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

lunes, 15 de agosto de 2016

Recuperando la rutina de ir al Parque la Granja para mover el esqueleto, contemplo que ha mejorado considerablemente. Más bancos, aparatos deportivos, espacios para todos, incluso una zona vallada para los perros y sus dueños, toda una acertada idea. Mientras hago el ejercicio y voy de punta a punta, observo. Me acompaña la música y mis pasos: parejitas embelesadas, niños incansables en los columpios, deportistas a lo suyo que se cruzan alternado el sentido, padres con los bebes desbordando felicidad, señoras con charlas apasionadas, apacibles jóvenes reunidos sobre el césped, hombres mayores con energía asombrosa. Todo parece sugerir  armonía y me gusta. Pero en uno de esas idas y venidas veo el gentío que se reúnen en torno a los perros, hasta parecen los caninos disfrutar despertando envidia. Pero hay algo que no encaja en aquel paisaje casi completo.  Y reparo mejor. Todos son de raza, no hay ningún chucho cruzado.

Qué pena, me parecía tan perfecto.

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