Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

sábado, 27 de agosto de 2016

                                                                

LOS ACAPARADORES DE CONVERSACIÓN
Fíjate que me gusta, pero cuando transcurre un poco me desintegro, entonces me ausento. Miro a los ojos ya pensativa, dominada por mis paranoias que aparecen de inmediato. Todo ocurre en un instante cuando abre la boca. Entonces, me viene a la memoria recuerdos de niña, no sé por qué. También miro la mosca que posa en el borde de la mesa y me pregunto si ha quedado algún manjar sin limpiar, o es simplemente un insecto curioso. No tardo en girar cuando escucho unos pasos apresurados, casi me asustan, pero no llegó a ocurrir, porque pude ver al camarero que llevaba prisa, supongo que el motivo era que se llenó el local. Recupero la compostura y me centro en sus labios que se mueven con ritmo acompasado junto a sus palabras. Gesticula mucho y las manos le acompañan hasta el punto que podría prescindir del sonido. Creo que tendría facilidad para estudiar ese fascinante lenguaje de signos. Una cosa pendiente, todo sea dicho. Me cubro un poco con la chaqueta, el aire acondicionado está muy alto, creo y lo afirmo, no hay más que ver al resto del personal que también han hecho uso de alguna prenda para apaliar el frescor artificial. Ahora se calla, ha dejado de contar, de vomitar palabras una tras otra sin querer regalarme una pausa, ni siquiera para un sí de conformidad. Todo ha sido suyo hasta las manillas del reloj digital que también acaparó (eso era por ver si estabas atento a la lectura).
Fue entonces cuando pensé decir “deja de contar milongas y déjame el espacio para alguna mía”

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