Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

martes, 26 de julio de 2016

Nunca es tarde para rememorar antiguas costumbre, sobre todo cuando son impuestas, porque las circunstancias obligan y más aún, queriendo darle el toque romántico si cabe. Es lo que me ocurre ahora con el transporte público; la guagua. La culpa, mi querido coche. Me dijo el otro día con un humo apestoso y delatador que algo malo funcionaba en su interior. Por eso, ahora se encuentra en el hospital de los vehículos, en observación. Es muy mayor y se veía venir. Aun así, tengo la esperanza de que sea un achaque leve y pronto me acompañe en mis desplazamientos.
Y todo esto viene a consecuencia de los recuerdos que me despertaron yendo en la guagua. Aquellos jóvenes años cuando me trasladaba a trabajar. Como vuelan la memoria cuando la avivas. Mientras me dejo llevar pasando ante mí las calles, los edificios y sin que me preocupe de cruces y semáforos. Parece incluso divertido observar callada.
Pese a esto, deseo que sea por no mucho tiempo, pues ajustarme a horarios nunca han sido buen resulta para mí.


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