Siempre y puntual aparece
el mes de diciembre con su melancólica cara de felices fiestas Cande.
Tan elegante, engalanado
de bolas brillantes y belenes de mil formas. Acude a mí con la esperanza
nuevamente de que le acoja. Lo hago, qué sí, que nunca lo he dejado atrás. Lo adopto
el tiempo justo, ni más ni menos. Busco mi sonrisa ancha y mis ojos luminosos
para que no se sienta extraño.
Diciembre es exigente, es
a veces arrogante y en ocasiones, pocas, indiferente. Pero lo menos que me
gusta del doce mes del año es su empeño en recordarme las ausencias, los
tristes vacíos.
Qué sí, que me pondré mi
mejor cara y arrancaré un año más con la hospitalidad, y reposará en casa, como de
costumbre, aunque la añoranza sea mi ropaje.
Foto: José Castellano.