Me dio olor a lápiz.
No
es nada extraordinario, si no fuera que ese aroma me trasladó unos segundos a
mi colegio de chica.
Me
vi en medio del pasillo de poca luz, con aquellos ventanales donde desde allí
se apreciaba la enorme clase que comunicaba también al patio, al recreo. Las mesas
y las sillas se alineaban por todo el aula. El suelo, tenía las baldosas con
dibujos antiguos, no eran cuadrados, pero formaban algo así.
El
perfume a niñez me embriagó por un momento y quise volver allí. Vendita infancia
que, con sus carencias, era inocencia.
Puede
que algo de niña quede en lo profundo de Cande.
Quizás
sea los Reyes que se aproximan y despierten la fantasía de una ilusión arrebatada.