Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

viernes, 31 de mayo de 2024


Las sonrisas.

No es la primera vez que me ocurría. Ya hace tiempo una chica me identificó como una antigua compañera de colegio con mi carcajada. Me llamó por mi nombre y me lo comentó con una amplia sonrisa. Pude al cabo de unos pequeños segundos, ponerla en el tiempo y acordarme de quién era, no de su nombre, eso ya era pedir demasiado a mí descuidada memoria. Fue una sorpresa por aquel entonces y también me agradó la anécdota.

Ahora ha vuelto a ocurrir. En un encuentro para senderetear, aunque en realidad sería para caminar por el sendero, pero me gusta esa disparatada palabra inexistente, resulta sugerente. A diferencia del anterior momento, fue la sonrisa la que le despertó el recuerdo a una participante de la excursión. Una mujer muy simpática que también sonreía con alegría. Me abordó con entusiasmo diciendo que me conocía. Aunque por mucho que intenté recordar su rostro, no hubo manera que apareciera un hilo conductor al pasado y con ello restablecer el olvido. No tuve suerte, no surgió. Ella tampoco supo decir dónde venía su evocación, solo mi sonrisa fue lo que despertó la certeza de que me conocía de jovencita.

Después, casi al final del recorrido, mientras se lo comentaba a un amigo, él reseñaba, siempre nos llevamos algo del día para casa. Y tenía razón. Hice caso y reflexioné. Sí, me quedo con la satisfacción de ver que para algunas personas no he pasado desapercibida y que mi risotada y mi también sonrisa son recordadas con alegría.

Por eso, y quizás, el motivo sin yo saberlo fuese mi Nick Sonrisita.

A saber. 


 

viernes, 17 de mayo de 2024

He desterrado las flores de pascuas rojas.

No deseo ya tenerlas conmigo en las fechas navideñas. Así de rotunda. De siempre, desde hace mucho tiempo acompañaron mi casa en diciembre, en cambio, ahora no me resultan significativas. Todo tiene una explicación, que puede ser convincente o no, en realidad no me importa, no se trata de justificar mi decisión, sencillamente necesito desembucharlo.

Así pues, éste diciembre del 2023  no hubieron flores rojas.

Bueno, es sencillo, no tiene nada de particular, salvo para mí y ese apuro de no dejarlo dentro. Y es que hay cosas (muchas) que queman por dentro. De modo que siempre por Navidad le regalaba a mi madre las flores de pascuas rojas o euphorbia pulcherrima, para darle al texto un toque de ilustración a mi panaroia. Continúo. Ella las recibía con ilusión y eso me colmaba. No hay mayor alegría que ver a alguien querido entusiasmado con un regalo tan sencillo. ¿A qué sí? Como iba contando, la maceta nunca faltó, exceptuando estas pasadas Navidades.

 Ella ya no está para disfrutarlas.

He desterrado las flores de pascuas rojas porque me muestran tristeza.

Quizás, algún día… por ahora las que entran en casa tienen otro color.

lunes, 29 de abril de 2024

No hay palabras para describir la alegría y satisfacción que me produjo una chica conversando en la Feria del Libro. Estaba yo con mi novela  “El camino de Miguelina” firmando, como se dice. Lo curioso resultó ser que ella era lectora del libro. Por supuesto, me colmó de  dicha cuando me ofreció halagos de ella. Le gustó y añadió al final que estaba bien escrita.

 ¡Guay!

Yo, una escritora novel, sin más ánimos que los propios. Sin ninguna pretensión sino que la lean, se entretengan, se olviden del mundo mientras Miguelina muestra el suyo, de su mano, a través de su mirada. Pues he de reconocer que me agradó, hacía tiempo que no me exponía como escritora ante las personas y reconforta.

Añadir a mi paranoia, que si hubo alguna vez, que los hubo y unos cuantos momentos, podía pensar que no tenía interés mi novela. No ha hecho falta más reconocimiento que las palabras sinceras de la joven para borrar esa idea.

Siempre hay un roto para un descosido.

Agradecer a los pocos lectores que en algún momento desde que salió “El camino de Miguelina” me han hecho llegar su opinión.

Estoy contenta, no necesito más.


viernes, 26 de abril de 2024

Foto: Miriam Hernández Pérez             
Cuando pequeña, en casa no teníamos animales de compañía como podría ser un gato o un perro. Eso no suponía ninguna frustración, puesto que mis padres nos ofrecieron otra fauna bien variadita y enriquecedora. Como por ejemplo gorriones, mirlos, canarios, conejos, tortugas, pollitos, fuleles y hasta un escorpión. Recuerdo con cariño, esa vez que uno de los pollitos sobrevivió y creció y se convirtió en un adolescente pollo. Fue mimado hasta el punto que cuando yo regresaba del colegio, mi madre me lo preparaba envuelto en trapos viejos pero limpios para que lo acunara en mis brazos, mi juguete de aquel entonces. Después, unos años más tarde me enteré que se convirtió en una sopa rica y no como me lo había contado mí madre; libre en el campo.

La inocente vida.

Todo esto me lleva hablando de seres vivos.

      -- ¿Qué animal te gustaría ser? – le pregunta un amigo curioso.

     -- ¿Yo? – Respondo, con sorpresa.

     --  Sí, tú.

     --  Pues deja que piense hay una pausa y digo un mirlo.

    -- ¿Y eso? preguntó extrañado un mirlo no tiene nada interesante. Parecen ratas sentenció con gesto de desagrado.

   -- No estoy de acuerdo. Son dinámicos. Vuelan y también corren. Parecen que están siempre alegres. Tienen un triar gracioso. Además, son negros y eso me gusta aún más.

     -- Bueno, si lo miras así, casi me convences. Pero respetaré tus gustos.

      -- Gracias. 

       

       

  

 

domingo, 19 de abril de 2020

Día 37.
19/04/2020
Nada mejor para despejar los pensamientos que dejarse llevar por la poesía.
Tenía dos obras pendientes y hoy ha sido el día, porque necesitaba evadirme por completo del mundo y sus poemas lo han conseguido.
Son completamente diferentes, pero ahí está la grandeza de ellos.
Por un lado: los desgarradores poemas de Elena Villamandos González, que invitan a proseguir y querer más y por otro, los de Manuel Pérez Cedrés, enteramente piel, que endulza y envuelven como caricias.
Seguimos y ánimo amigos.
Me quedo en casa.
Día 36.
18/04/2020
Echo de menos las miradas.
Las palabras las conservo; están más que nunca en los libros, los que leo o leen los escritores en las redes sociales. También las que se hallan en las charlas de las videollamadas que nos salvan de las distancias, y las conversaciones de los variados grupos de wasap, que me acompaña a ratos. Incluso, tengo en el trabajo, desde casa, palabras, pero sin miradas. Y aunque en ocasiones soy habladora, en otras me gusta el paseo silencioso, pero hoy me di cuenta que no están los ojos como antes y se habla sin ellos.
Y echo de menos las miradas: tiernas, despistadas, cansadas, atentas, las dormidas y ojerosas o las coquetas de pestañas pintadas. Además, las arrugadas por los años, o la pequeña y morena del niño bonito, más aún.
Hoy, echo de menos las miradas: hablar con la palabra y no ver.
Seguimos y mucho ánimo amigos.
Me quedo en casa.

Día 35.
17/04/2020
La idea de la foto era animar a los compañeros, pero uno de ellos la tuneo con cierta gracia.
A veces, en momentos difíciles un poco de humor se hace necesario y nos da energía para continuar.
Seguimos y mucho ánimo amigos.
Me quedo en casa.