Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

viernes, 26 de abril de 2024

Foto: Miriam Hernández Pérez             
Cuando pequeña, en casa no teníamos animales de compañía como podría ser un gato o un perro. Eso no suponía ninguna frustración, puesto que mis padres nos ofrecieron otra fauna bien variadita y enriquecedora. Como por ejemplo gorriones, mirlos, canarios, conejos, tortugas, pollitos, fuleles y hasta un escorpión. Recuerdo con cariño, esa vez que uno de los pollitos sobrevivió y creció y se convirtió en un adolescente pollo. Fue mimado hasta el punto que cuando yo regresaba del colegio, mi madre me lo preparaba envuelto en trapos viejos pero limpios para que lo acunara en mis brazos, mi juguete de aquel entonces. Después, unos años más tarde me enteré que se convirtió en una sopa rica y no como me lo había contado mí madre; libre en el campo.

La inocente vida.

Todo esto me lleva hablando de seres vivos.

      -- ¿Qué animal te gustaría ser? – le pregunta un amigo curioso.

     -- ¿Yo? – Respondo, con sorpresa.

     --  Sí, tú.

     --  Pues deja que piense hay una pausa y digo un mirlo.

    -- ¿Y eso? preguntó extrañado un mirlo no tiene nada interesante. Parecen ratas sentenció con gesto de desagrado.

   -- No estoy de acuerdo. Son dinámicos. Vuelan y también corren. Parecen que están siempre alegres. Tienen un triar gracioso. Además, son negros y eso me gusta aún más.

     -- Bueno, si lo miras así, casi me convences. Pero respetaré tus gustos.

      -- Gracias. 

       

       

  

 

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