LA MESA DE MI PADRE.
Cuando pasé a su lado la vi
diferente. Unas palabras que no se pronunciaron, pero las escuché. Me gritó con
murmullos que no los aprecié hasta que mis ojos se pararon ante ella y la sentí.
Me dijo que la rescatara, pero sin decirlo. La había ignorado sin intención, distraída-mente. No lo dudé y la saqué
del olvido para que volviera a relucir. Como si su energía aguardara algo especial,
para florecer como la primavera. Como si quisiera recuperar viejas costumbres. La
mesa estaba allí, en un lugar equivocado, en un rincón casi inexistente y sin
apenas protagonismo. Ahora, los libros, mis ilusiones le harán compañía. Y él,
de alguna manera estará cerca de mí.