Después de mucho tiempo, la gripe me venció.
Lo cuento ahora que
termina mi penitencia con ella y que, aunque no del todo recuperada, necesito
ya ser persona. Porque una semana en casa da para mucho pensar y sacar
conclusiones de esas que después marcarán el camino a seguir. Por aquí o por
allí.
El lado positivo de todo esto,
podría haber sido que adelantara la novela, pero no estaba la cabeza para
escrituras, o terminar la lectura de la novela de Fátima Martín, que es una
pasada de historia que te atrapa, tampoco pude leer a mi pesar. Solo, exclusivamente
pensar. No, hablar tampoco, pensar.
Y ¿qué pensaba? En ti, o
en ti, o en aquellos o ellas. En definitiva, en todos los que forman parte de
mi vida y que algunos asomaron para desearme pronta recuperación y otros y
otras pasaron en silencio, o no pasaron, que es casi lo mismo.
No es malo ordenar la
mesa donde se trabaja la vida. De vez en cuando hay que tirar los papeles inservibles
y tomar solo aquello que realmente te aporte algo positivo, bueno o incluso por
que no, simplemente una pequeña sonrisa, sin más.
Dejé atrás las contemplaciones,
me quedo con la franqueza de las personas, su verdadera realidad, sus miradas
limpias sin arrogancia, sus manos extendiéndolas sin querer nada a cambio.
Pensar viene bien, con el
tiempo suficiente, sin prisas.