OLVIDO.
Alocada, despistada, soñadora,
desordenada, tímida, cohibida, miedosa y un sinfín de etiquetas. Todas mías,
propias, trabajadas con conciencia o sin ella para llevarlas adosadas. Con el
tiempo, afortunadamente me he ido deshaciendo de algunas, porque se habían
convertido en un lastre, ya no hacían gracia, incluso aumentaron de tal forma
que su peso dificultaba mis pasos. No voy a negar que, con el esfuerzo, desaparecieron, eso creo. Por lo menos yo no las veo. Y ocurre que una de las que
permanecen junto a mí se ha transformado, se ha mutado, ha cambiado hasta el
color y su sonido revolotea tímidamente. Hablo de mi divertido despiste que
graciosamente me llevaba a situaciones incómodas, pero ¿Qué no arregla una
sonrisa? Ahora, se llama olvido. Palabra con nombre de mujer, pero ésta no
lleva garbo alguno. Las llaves… ¿dónde están? Ese pueblo de Pirineos que hace
poco visitamos. ¿Su nombre? Y lo que es peor. El título del libro que
actualmente leo. ¿Cuál es?
Aviso, me olvidaré de tu nombre
amigo.
Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo.
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