No me voy a enfadar. Así fue
como comencé el año, con ese propósito, por lo menos intentar que sean pocas
las ocasiones. Estoy progresando y ya voy mandando a la porra esas que pueden ofrecerme
sofocones. Pero el jueves, me enojé. Sí. Pero
con ganas y motivos - ¡No puede ser, está
oscura! - Así fueron mis palabras
cuando abrí el paquete del supermercado donde traía la carne. Le había dicho al
señor que me despachaba carne de no sé qué lugar de la ternera ¿O vaca? - Quité esa parte negra, por favor- Pues no lo hizo, o por lo menos no todo lo que debiera. Aunque no soy
del todo carnívora, tanto tiempo vegetariano me deja secuelas alimenticias que aún
conservo, pero por algún extraño motivo que desconozco me llevó ese día a
comprar carne roja - Claro señora, es que
no le llegó el frío, nada más- Intenté que no me apoderase la furia y disipé
la tormenta. Ayer, para más inri saqué el lenguado. Me gusta porque no tiene
espina y es fácil de hacer. Esta vez el chico que me despachó el pescado el
mismo día y mismo supermercado - Me lo limpias
mi niño- le apunté - Claro señora
- No, pues no me lo limpió. ¿Me enfado? Pues sí, y rompo mi propósito de no
irritarme por machangadas y eso me mortifica aún más. Pero afortunadamente no tardo mucho y vuelvo a recuperar
la serenidad, sonrío porque no vale la pena contrariarse ¿Verdad?
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