No es la primera vez que me ocurría. Ya hace tiempo una chica
me identificó como una antigua compañera de colegio con mi carcajada. Me llamó
por mi nombre y me lo comentó con una amplia sonrisa. Pude al cabo de unos
pequeños segundos, ponerla en el tiempo y acordarme de quién era, no de su
nombre, eso ya era pedir demasiado a mí descuidada memoria. Fue una sorpresa
por aquel entonces y también me agradó la anécdota.
Ahora ha vuelto a ocurrir. En un
encuentro para senderetear, aunque en realidad sería para caminar por el
sendero, pero me gusta esa disparatada palabra inexistente, resulta sugerente.
A diferencia del anterior momento, fue la sonrisa la que le despertó el recuerdo
a una participante de la excursión. Una mujer muy simpática que también sonreía
con alegría. Me abordó con entusiasmo diciendo que me conocía. Aunque por mucho
que intenté recordar su rostro, no hubo manera que apareciera un hilo conductor
al pasado y con ello restablecer el olvido. No tuve suerte, no surgió. Ella
tampoco supo decir dónde venía su evocación, solo mi sonrisa fue lo que despertó
la certeza de que me conocía de jovencita.
Después, casi al final del recorrido,
mientras se lo comentaba a un amigo, él reseñaba, siempre nos llevamos algo del día para casa. Y tenía razón. Hice
caso y reflexioné. Sí, me quedo con la satisfacción de ver que para algunas
personas no he pasado desapercibida y que mi risotada y mi también sonrisa son
recordadas con alegría.
Por eso, y quizás, el motivo sin yo saberlo fuese mi Nick Sonrisita.
A saber.