Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

viernes, 28 de junio de 2019



        
 Hacía mucho tiempo que no miraba cariñosamente a Madrid…  ya tocaba.

         
   Mis ojos volvieron a brillar como una jovencita adolescente, con esa chispa que tan solo los que se estremecen por pequeñas cosas saben de qué hablo. Los minutos fueron intensos como regalos envueltos en papel bonito, de muchos colores. En seguida supe que todo me iba a gustar, como siempre pasa. Un poquito de todo en la gran ciudad. Era la escapada perfecta para dejar atrás la angustia diaria, las obligaciones y sí, también la novela.

  Entre sus amplias calles, sus elegantes fachadas puedes contemplar una escena peculiar, alguien toma un vermut en una terraza de cafetería decorada con buen gusto y a unos pasos en un portal, duerme una persona envuelta en mantas, un desahuciado de la vida. Es cierto, siempre habrá pobres, y ricos, desde los comienzos.

   Pero Madrid siempre me acoge con encanto y yo… encantada.

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