Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

martes, 14 de mayo de 2019


   Me llegaba el fresco de la mañana en la cara como la caricia necesaria para comenzar el lunes. El exuberante parque con sus árboles que se balanceaban al ritmo del aire, sin violencia, como danza amable. Con una lentitud de poco ánimo avanzaba en dirección al trabajo. Las ganas, me volverían una vez que saboreara el café abrazado por la leche condensada. No me quedaba mucho, a penas diez metros cuando se manifestó un pensamiento repentino.

   Ya se por qué me levanto de las dificultades, por qué remoto la fuerza necesaria para superarlas, para no caer, ni dejar que me desarmen. Ni escudo, ni lanza ni espada, tan solo busco en los rincones de mi espacio las pequeñas cosas bonitas que siempre aparecen ante mí, tarde o temprano. Una pequeña sorpresa, un día soleado o un pequeño proyecto que puede crecer. Lo sujeto con firmeza, pero con delicadeza también, no sea que se quiebre y se convierta en mil pedazos.
Casi en la puerta, sonrío.

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