Un caramelito con manitas
juguetonas, de mirada amplia y curiosa. Su olor a leche, a limpio, a jazmín. Se
abre una puerta llena de telas de arañas, olvidada, incluso las ventanas
cobraron luz junto a un aire fresco, como un amanecer después de la lluvia. Frágil
pero fuerte. Sonríe, pero no a todos.
El silencio manso que reinaba
queda atrás y ahora lo domina la risa, el llanto, las futuras palabras que sin
forma ya hablan. También el grito pequeño y el susto inmediato. Los abrazos,
los abrazos son lo mejor. No, no es cierto, lo mejor… es todo él.
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