Aunque siempre se asomen los miedos, incluso esas tormentas
frías que mojan mis sueños, y pese a que la fe en mí solo es mía, la alimento
con acaramelados dulces de colores. Deja que te diga que jamás me rindo, aunque
mis ojos se llenen de lágrimas. Por muy oscuro que mi camino aparezca, mis
pasos me llevaran a parajes luminosos. No me preguntes en donde se encuentra la
magia que me eleva, la que me recupera con la cara limpia y las manos
extendidas para coger todo lo bueno que me llegue. No hay truco, es no querer doblegarse
ante las dificultades.
Me gusta el 2018, seguramente porque mi número es el ocho.
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