Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

lunes, 3 de julio de 2017

Sí, me tragué un grito.  Nunca me había engullido uno. Todo por no molestar a los caballos. Son nerviosos. Ese fue el consejo y yo lo llevé a cabo y pasé a su lado en silencio. Ellos miraban sin mucho interés. Mientras pasábamos recordé una vez hace ya unos años, de regreso del monte, como hoy, atravesamos un prado. Había tan solo un caballo, pero a él no le gustó mucho que le invadiéramos su espacio y nos persiguió con una idea no muy buena, pero todo quedó en un susto. Entonces, desenterré esa escena y me inquieté un poquito. Ya casi salíamos del terreno de ellos, a la altura de un arbusto, salieron como arte de mágica tres, no dos ni uno, tres perdices. Sus ruidosas alas desesperadas y asustadas tomaron vuelo lejos de nosotros. Ahí, justo en ese momento me brotó un grito sordo de susto y como mismo subió a mi garganta, bajo a mi estómago, encorvándome con cierta gracia y llevándome las manos a mi barriga.
Sí, me tragué un grito.


No hay comentarios:

Publicar un comentario