
No sé si siempre sería así, no lo
recuerdo, pero el caso es que el ruido me molesta ahora soberanamente. Y lo
peor de todo es que a los demás parece ser que no. Solo a mí. Observo como
revolotean cómodamente por los espacios con la cacharrería del día a día. A
ellos no les afecta porque les veo a gusto con sus quehaceres. Encima y para más inri, yo
me voy transformando con el paso del tiempo en una impertinente serpiente venenosa.
Eso ni me gusta ni me disgusta, la verdad.
- ¡Silencio! - grito, pero para
mis adentros porque no tengo voz para hacerme oír entre tanto ruido.
(Foto: San Sebastián 2013)
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