
Amasijo de historias, paranoias y
otras tantas chifladuras conforman mi espacio interior, que no es poco, oye. La
última. Mis plantillas. Cuando tomé conciencia de que ellas estaban ahí para que
yo fuera Cande y no un despojo, me estremecí. Tremendo, porque llevan conmigo
siete espléndidos años. No somos nadie y somos todo, lo que lo separa: unas
plantillas.
(Me he hecho otro par por si el
destino sea juguetón y me prive de ser normal ante los demás)
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