Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

domingo, 12 de enero de 2020


Taganana.
Fue pasar el túnel y un torbellino de recuerdos asomaron ante mí. Abajo, se divisaba las casas blancas, y al fondo el mar. Hacía mucho que no la visitaba en coche. La conozco mejor a pie, por sus senderos, sus angulosas montañas, sus hermosos paisajes.
De pequeña iba más; es la tierra de mis padres, hasta que mi madre decidió un no. Ya se sabe, como diría…una madre influencer.
Pero el recuerdo perdura y mientras me aferraba al volante para contemplar el valle, sin perder el orden; Taganana se manifestaba grandiosa. También escuché a mi padre susurrarme al oído melodías mansas.
No fue hasta llegar al Bar Casa Picar, que me esperaba mi amigo Carlos, cuando cesó la nostalgia, después, aparecieron los amigos disfrutando del Metra.


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