Lleva cinco años separada y había
conseguido el equilibrio de los espacios y de los silencios. A sus cuarenta y
nueve años nunca pensó que girasen vertiginosamente hacía un abismo tan
desconocido como imprevisible. Ella que siempre predecible, nada se le escapaba
de las manos porque todo estaba lazado, menos los pasos ajenos. Esos que
irrumpen desmembrándolo todo, con carmín y rímel, con tacones y balanceos.
Fueron cinco largos años de aprendizaje de perfecta mujer en un túnel opaco,
sin brillo. La solución vino después. La fantástica agenda de color amarillo
gritón que un amigo invisible regaló aquella nefasta navidad. Estaba llena de
mariposas y su aspecto era tan ridículo e infantil que lo primero que se le
pasó por la cabeza era regalarla a la primera niña que se le cruzara en el
camino. Pero no lo hizo, la dejó reposando un tiempo en una estantería de la
librería. Tampoco afeaba tanto aquel colorido alborotado, pensaba. Si bien el
sencillo obsequio olvidado, albergaría más adelante un poder inusitado.
Mientras, disfrutaba de los huecos de su día a día, esos senderos de soledades
impuesto por sorpresa que ahogaban en un principio, fueron llenándose con
aquella libretita absurda que marcaba las jornadas secas de alegría. Poco a
poco se transformaron en datos, en citas y avisos de diferentes tonalidades. La
lista de actividades tan cotidianas como ir al súper o visitar la librería para
comparar aquel libro recomendado que escuchó en la radio, una de tantas solitarias tardes. Incluso, las
citas del médico cobraban interés anotadas en aquellas hojas coloreadas. Después,
fue llenando los renglones de actos y pequeños compromisos y fue comprobando
que los días se cubrían de movimientos, aleteaban como aquellas mariposas a
nuevos mundos olvidados. Ya no era la lista de la compra o la cita del
ginecólogo lo que confortaba, era las siguientes agendas las que ocuparon las
páginas, albergando nada más y nada menos que la propia vida.

Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.
viernes, 27 de enero de 2017
sábado, 21 de enero de 2017
- UN DIALOGO CUALQUIERA EN UN DÍA CUALQUIERA
- - - ¡Hola! Cuánto tiempo- dijo con admiración
aparente.
- - Hola muchacha ¿Qué pasó? - respondí con alegría.
- -Nada, todo bien – replicó.
- - ¿Qué tal la familia y el trabajo?- le dije con mi
sonrisa, sonrisita.
-
Bien, bien – exclamó – La familia ya bien,
después que me diste esa referencia del médico naturista. El curro mucho mejor,
un acierto ese consejo de ir a lo mío me vino muy bien y qué decir del
restaurante que me enviaste por WhatsApp para la cena sorpresa, todo un éxito. Además,
mis padres están contentos con el hotel que conocías, quedaron muy satisfechos.
- - Me alegro mucho mi niña – le comenté.
- -Bueno, te dejo que tengo prisa, nos vemos en
otro momento para un café ¿Vale? - concluyó y después de dos besos se alejó con
paso ligero.
Y me quedé pensado. <<No me
preguntó por mi novio, ni por mi familia, ni curro, ni mis proyectos. ¿No le interesa? Bah,
seguro que se despistó, que mal pensada soy>>.
miércoles, 18 de enero de 2017
Mientras tomo mi rutinario, pero no por ello menos exquisito
cortado de leche condensada, justo en mi descanso del trabajo. Mi mano remueve
con ceremonia la cucharilla, dando vueltas en círculos con el clic clic. Al
mismo tiempo miro a mi derecha y veo a una señora algo entrada en edad, pero
bien conservada y, además, de buen ver. Pienso para mis adentros si llegaré a
tener ese aspecto saludable cuando sea (más) mayor y sonrío. Ella, con una
elegancia de cuna, porque eso se nace, pasa las hojas de la prensa sin prisa,
cosa que envidio, y me digo, a más edad menos
prisa. Entonces me dispongo a tomarme calentito mi cortadito y continúo
fisgoneando a la señora. La barra solo la ocupamos ella y yo, nos separan tan
solo tres asientos, los demás clientes de la cafetería están repartidos por las
mesas y nos acompaña el murmullo habitual de esas horas de la mañana. Me doy
cuenta, en mi curiosidad que posa su mirada con extremo interés en una de las
páginas y me alongo discretamente para ver qué le ha despertado tamaño interés.
¡Las esquelas! exclamo con grito, pero en mi mente. Toda llena de cruces y
fotografías de los difuntos. Supongo que en busca de algún conocido. Me
recompongo en el taburete y abandono a la mujer en su búsqueda y termino el
sorbito delicioso que aún me queda. Si
bien, esa escena me hizo recordar aquella extraña costumbre de adolescente. La
de mirar las páginas funerarias de los fallecidos, sus edades, y todo dato que
por aquel entonces el huroneo me cautivaba. Esa época rara mía que ahora
memorizo y me digo. Qué siniestra. Y me invade la duda de si albergo algo aún
de esa funesta chifladura.
(río a carcajada).
sábado, 14 de enero de 2017
Se me ocurrió, como me pasa desde hace un tiempo para acá,
observar palabras que me resultan, vamos a decir interesantes. Y tropiezo con: amistad. Tremenda ¿verdad? Tengo que
decirlo, la he tenido como estandarte invisible, claro, pero primordial durante
mucho tiempo por no decir siempre.
AMISTAD: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido
con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Dice RAE.
Mientras investigo su verdadero significado me viene a la memoria
(de vez en cuando funciona) aquél medio amigo medio novio que me decía con la
boca llena que no tenía amigos. Yo me eché las manos a la cabeza cuando le
escuché. ¿Cómo puede estar sin amigos? Por aquél entonces yo tenía tropecientos
amigos, recibía tropecientas llamadas, me daban tropecientos saludos y que
decir de las visitas…
Pero como el otoño, ocurrió que fueron cayendo como hojas del
árbol. Quizás fue el viento o ya marchitas. Yo qué sé, pero los tropecientos
fueron menguando. Supongo que el cambio climático tendrá algo que ver también,
ya sabes, los cambios.
El caso es que ahora sentada, mirando las letras, las
palabras, las frases continúo mi camino, como siempre. Pero lo peor de todo es
darle la razón a mi apreciado medio amigo medio novio de hace tropecientos años
cuando me dijo:
-
Son
conocidos que van y vienen Señora Cande.
Y yo, evidentemente también soy hoja marchita de otros árboles.
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